Todas las personas que conozco están de acuerdo en algunos temas básicos. Todos piensan que está mal que mueran millones de personas de hambre y de enfermedad; que la guerra no es una vía valida y que la economía tiene al planeta al borde de su propia extinción. Si esto piensan las más diversas personas, de distintos lugares, los temas van a variar en cuanto a las soluciones hacia las cuales debería girar la construcción del otro mundo.
Siempre me gusta pensar esto en los términos de Rawls sobre qué es lo justo. ¿Cuál es el mundo mejor para un empresario o para un campesino? ¿Cuál es la necesidad imperiosa para un joven jugador o para un viejo convaleciente? ¿Qué debe hacerse para mejorar nuestra vida si somos del sur o somos del norte?
De la Universidad nunca olvidé a un joven pelirrojo que fue conmigo a la Maestría. Francés, pulcramente blanco, cargaba a la universidad con un maletín de cuero suave y marrón. Peinaba de un modo tonto, tenía lentes y un apellido que olía a aristocracia. Era alto, torpemente simpático. Insoportablemente francés. El mundo en el 2009 le resultaba una pesada desgracia y tenía la honestidad suficiente para hablarme de ello.
Un día tomamos un café y el aprovechó para explicarme por qué el precio del petróleo debía bajar. El mundo, me dijo, desde que ya no hay colonias no es como era y nosotros necesitamos Colonias para que el Estado de bienestar pueda ser.
Como les dije, era torpemente simpático y recogió su frase invitándome a quedarme en Francia. Los destinos del sur que eran para todos esos seres de la ultramar no debían ser los míos porque yo, a diferencia de aquellos tenía nombre y a él le encantaba mi dedicación a analizar un Derecho que él sentía absolutamente superior porque al final, el mundo nació en Roma y se perfeccionó en París ¿no?
Este recuerdo me atrapó en el presente al calor de algunas discusiones que están ocurriendo. No ya el mundo sino el país, ya no el país sino el chavismo. ¿Qué somos? ¿Cuál es la base que nos une? ¿Cuál es el mundo que soñamos?
¿Qué piensa del chavismo el coronel sentado en su elegante poltrona? ¿Qué es el chavismo para la señora que mira desde su patio la lluvia? ¿Qué es el chavismo para el joven que descubre que ha vivido toda su vida para algo que ya no le es muy diáfano?
¿Es el chavismo un gobierno de militares? ¿Un gobierno de comunas? ¿Un espacio de convergencia? ¿Quién y cómo, por qué está fallando?
Quizás para contestar la pregunta sobre el qué nos haga falta tomar todo esto y mezclarlo. El chavismo sería historia, presente y utopía. Sería militar y comunal. Sería la vieja y el chamo, así, el de la televisión y el del barrio. Hasta algunos clasemedieros desclasados (hacia arriba o hacia abajo).
Ese “qué” sin duda importa y por eso nos viene tantas veces al ruedo pero pocas veces, demasiadas pocas, viene acompañado de un debate sincero sobre el cómo.
Una vez que la región latinoamericana está como está (tiempos de represión tras un golpe en Brasil, neoliberalismo brutal en Argentina, cachorrismo desatado en Colombia, Panamá y Perú) sabemos que algunas propuestas básicas como el chavismo como movimiento diplomático de paz entre los pueblos comienza a no ser tan sencillo.
Pero el tema internacional no se agota allí cuando nuestros planes económicos estaban relacionados con la cooperación sur-sur y ahora todo es tan diferente. Por ejemplo, ahora los viejos aliados para completar las proteínas requeridas en el país, los alimentos del ganado y las vacunas de los pollos, son algunos de nuestros más violentos enemigos.
Ese marco hace que algunas preguntas que nunca terminamos de contestar se hagan tan imperativas que son asfixiantes. ¿Cómo nos desarrollaremos? ¿Con qué fuerza? ¿Cuándo? ¿A qué precio? Los modelos para respondernos estas preguntas colisionan en el seno del propio chavismo: producimos para hacer las cosas rentables; construimos un sistema que pese a su rentabilidad sea universalmente accesible; producimos para independizarnos así nos toque caer en algunos modos o calidades inferiores a las que veníamos acostumbrados.
Todas son ideas sobre la mesa. Todas vuelven al dilema de Rawls y a la mesa donde tomé alguna vez café. No hay una respuesta correcta pero hay un deber de trascender el qué quiero y esa me resulta la parte más complicada. Se trata de la urgencia de los cómos, ese mundo del know how que nunca hemos tenido, que tan poco llega a las conversaciones.
Era esa la idea en la que me iba leyendo conversaciones y tomando un café frente a un amigo preocupado hasta la médula en medio de este momento complicado ¿porqué no empezamos a hablar del cómo?, hay un mundo fuera del sofá y del lamento.
Veía por ejemplo una vez más un gran debate sobre todas las cosas que no es y que no hace VTV. Pensaba cuán ridículo ha sido el mismo debate que quiere culpar a la pantalla de la realidad porque no se le parece. No creo que nadie seriamente haya sido capaz de determinar que un medio con tan poco ranking fuera de los ministerios sea realmente definitorio en el bienestar de alguien e incluso en sus opciones electorales.
Pero es imposible pasar muchos meses sin volver a este estéril debate sobre la falta de política comunicacional de este gobierno. En “este” incluyo todos los periodos presidenciales de Chávez. Ahora, incluso las redes han empeorado el fenómeno porque –usted no lo creerá- que alguien no se queje es una causa de mucho escándalo (aunque alguien sea un fulano que no es ni siquiera parte del gobierno o de la oposición orgánica).
Pero vaya que el asunto se reduce en las opciones del cómo. Ese tema fundamental, el cómo se hace la fulana política esa y como se pone de cabeza a todos los burócratas que repiten la formula que al parecer no funciona.
Salgamos de aquí antes de fastidiarnos. Vamos al mundo de los precios y del campo. ¿Cómo? ¿Cómo lo hacemos? Sin título, sin ley, sin formulas rimbombantes ¿cómo recuperamos la calidad de vida de la muchacha que durante dos horas espera un bus en Araira para llegar a casa? Si, Araira, allá más allá del mundo raro que es Guatire.
Debería hacerse una campaña nacional en busca de los cómos. Una especie de cartel que diga no proponga la Comuna sino quiere poner el primer bloque o pida otro ejercito sino quiere ir a darle clases a los soldados. Abrir el debate y todas las hojas de papel y los códigos binarios que existan en el país no para calificar la victoria – o la derrota- sino para encontrar los modos de hacer la resistencia.
Creo que sólo defendemos aquello de lo que en algún modo nos sentimos parte, que soñar tiene que ser de alguna manera un modo de ejecutar porque sino la utopía es tan esteril como una gasa y tiene tan poca vida como ella.
Es verdad yo misma no tengo muchos cómo que ofrecer, mi intento de volver al campo duró las horas que me tardé en ahogar una plántula de tomate y volver resignada al mercado pero siento esta noche que es una urgencia empezar a hablar de cómos y olvidar tanto epíteto.
¿Cómo hacemos el país que queremos?